martedì 27 agosto 2024

Cenicienta De Sangre - Primer capítulo

 


Cómo podrá April salvarse de la sed de sangre y venganza del Príncipe, sin poner en peligro el delicado equilibrio que sostiene la paz entre las distintas razas? Cómo podrá Vane vengarse de aquellos que osaron desafiarlo y mentirle, sin ceder al perfume hipnótico de su sangre?

Después de siglos de lucha, finalmente la paz entre los vampiros y la Orden de la Cruz Ensangrentada parece haberse alcanzado bajo el mando de Zachary Macross. Sin embargo, todavía quedan algunas facciones poco dispuestas en aceptar las condiciones impuestas por la Orden. Entre las mismas se encuentra la casta noble de los vampiros, gobernada por el Príncipe Vane Vampire. April, futura heredera de la Macross Company, es solo una humana como su padre, pero esta decidida a hacer cualquier cosas para conservar la paz entre los cazadores, los lobisones y los vampiros. Lamentablemente, su humanidad la vuelve un blanco fácil para estas criaturas sobrenaturales y cuando decidirá introduciré furtivamente en una fiesta de disfraces del Príncipe, gracias a un hechizo que ocultará su naturaleza, las cosas se precipitarán drásticamente cuando llegue la medianoche. Cómo podrá April salvarse de la sed de sangre y venganza del Príncipe, sin poner en peligro el delicado equilibrio que sostiene la paz entre las distintas razas? Cómo podrá Vane vengarse de aquellos que osaron desafiarlo y mentirle, sin ceder al perfume hipnótico de su sangre?

Capítulo 1


“Alarma roja, ¡señores!”, alcanzó a decir el agente casi sin aliento, mientras entraba corriendo en la habitación con el rostro tenso y seguido por una colega.

“Señor, me temo que deberemos evacuar el edificio. En menos de cinco minutos llegará el helicóptero y podremos llevarlo a un lugar seguro”, intervino el compañero a pesar de que la situación era desesperante, como se podía percibir del transceptor que sostenía nerviosamente en su mano.

“No”, respondió su superior después de un largo suspiro, entre la resignación y la irritación.

“Pero… Señor, su seguridad… La Macross Company lo necesita… ¡La Orden lo necesita!”, se preocupó el primer hombre, que habría dado incluso la vida por su superior.

“Estoy seguro, Alex. Quédate tranquilo. Quédense todos tranquilos.”

“Esos vampiros allí afuera están cazando! No pasará mucho tiempo antes de que derriben al último guardia y entren aquí”, gruñó el segundo oficial.

“Den la orden a todos que los dejen pasar! Que vengan. Los esperaré”, dijo el presidente de la Macross Company decidido, antes de acercarse a su esposa que permanecía en la cama, sin energías.

“Oh, tesoro, ¡tengo tanto miedo de que puedan hacerte daño! Me siento tan impotente en este momento”, susurró apenas la mujer abrazando lo que más quería en el mundo.

“Fanny, quédate tranquila! Estoy aquí”, le dijo el marido sonriéndole sereno. “No pasará nada. Es sólo que no entiendo por qué justo ahora, sin preaviso. No suelen hacer eso”, frunció el ceño por un momento Zachary Macross, antes de volver con los guardaespaldas.

“Alex y Michael, avisen a todos que no hagan nada. Dejen libre el ingreso. Pongan a todos los demás pacientes de la clínica, a salvo en sus habitaciones”, dijo seguro Zack.

“Y usted?”, se apresuró a preguntar Michael, reacio a dejar a su jefe y su familia en las manos de esas criaturas.

“Yo estoy a salvo. Esos vampiros no me harán nada”, intentó tranquilizarlo.

Incluso sino estaba convencidos, los dos agentes salieron de la habitación para seguir las nuevas directivas. La Orden de la Cruz Ensangrentada había puesto bajo vigilancia toda el área de la clínica privada del famoso Zachary Macross, hombre de negocios a cargo de una de las compañías más poderosas del mundo, que sirvió como pantalla a la orden de los cazadores de vampiros más despiadada de Occidente y estrechamente vinculada con las fuerzas vaticanas más secretas y arcaicas de la Iglesia.

“Es posible que todo este caos se deba a esta hospitalización?”, dijo la esposa Fanny apenas quedaron solos.

“Estaba pensando lo mismo. Y creo que esta vez Vera y Blake tendrán que pagar las consecuencias. Saben que la tregua de los últimos años ha requerido grandes sacrificios de ambas partes. Contener los espíritus violentos y sanguinarios de los vampiros, manteniendo a raya también a la Orden no fue nada fácil”, se enojó Zack.

“Y fue posible también gracias a nosotros, los lobisones”, le recordó Fanny pensando en el respaldo que había dado su especie para asegurar que ese armisticio continuara imperecedero a lo largo de los años.

“Claro, amor mío. ¡Hicimos de todo, pero ahora los vampiros están echando todo por la borda! ¡Esta vez la Confederación de Sangre me va a escuchar!”

“Es extraño que Vera haya permitido este ataque de locos! Sabes que te quiere mucho. Dudo que haya permitido a los vampiros hacerte daño.”

“Olvidas que Vera no controla a todos los vampiros. Hay algunas facciones que declararon la guerra a la Confederación después que hicieron la alianza con nosotros, los lobisones y los Cazadores Hechiceros de Susa.”

“Es cierto…”, suspiró perturbada Fanny dejándose caer en las suaves almohadas. Estaba muy cansada, como nunca lo había estado en su vida. Sin embargo, habría peleado hasta la muerte para defender a su familia. Ella no dejaba de ser una mujer lobo y, los vampiros no tenían salida frente a su fuerza y su venenosa mordida.

A medida que pasaban los minutos, el zumbido se hacía cada vez más intenso y alborotado, terminando con un violento empujón en la puerta, que inmediatamente cayó y terminó ruidosamente en el suelo.

El gentío que se extendió como la pólvora dentro de la habitación asombró a Zack y a Fanny, que estaban petrificados ante ese inesperado caos.

Por lo que se veía, aquellos que sus agentes habían llamado “sanguinarios mercenarios devastadores del hospital” eran en su mayoría personajes que parecían cualquier cosa, menos asesinos: dos niños por debajo de los siete años, tres ancianos de los cuales uno era ciego, un vampiro que temblaba y estaba lleno de paquetitos de colores con moños, tres mujeres jóvenes de las cuales una estaba embarazada, dos lobisones de la familia de Fanny y tres vampiros más preparados para escapar por la vergüenza que para luchar y matar.

“Se puede saber qué demonios han hecho?”, explotó Zack furibundo después de haber entendido que aquellos que consideraba sus amigos más queridos, habían destruido media clínica, enviado al hospital a la mitad del staff, asustado a su esposa y puesto en peligro la tregua entre la Orden y los vampiros.

No pudo agregar más nada, porque la mujer que parecía estar a cargo de esa misión le dio una sonora bofetada en la cara.

“Habrías tenido que decírnoslo!”, dijo colérica Vera tratando de no balancearse demasiado por la panza que parecía que no dejaba de crecer. De todas formas, todos temían encontrarse de frente a un embarazo múltiple.

“Ocultarnos una cosa así! ¡Debes avergonzarte!”, se entrometió Tess con aire amenazante, a pesar de que intentaba contener a la pequeña niña de apenas dos años que llevaba en brazos y, que intentó rasguñar el rostro de Zack.

“Has olvidado que somos tu familia?”, dijo Siobhan ofendida, arrastrando detrás de ella un niño de siete años, que remarcó las palabras de la madre con una poderosa patada en la pierna de Zack.

Tuvo que contenerse para no gritar de dolor. Incluso si era pequeño y aparentaba ser indefenso, Leo ya tenía la fuerza de un lobisón y esto sólo le recordó lo débil y frágil que era su naturaleza humana, comparada con la de los demás.

“Todo este lío por...”, susurró Zack.

“Por ella!”, exclamaron todos a coro, señalando con el dedo a la pequeña recién nacida que Fanny sostenía en brazos.

“Vera! Tess! Siobhan!”, gritó Fanny viéndolos acercarse e intentando aplacar la ira del marido.

“¡Oh, Dios! ¡Pero es hermosísima!”, dijeron las tres amigas empujándose entre ellas para poder admirar mejor a la niñita nacida hacía apenas ocho horas.

Fanny rio feliz ante esas expresiones llenas de afecto y, finalmente también Zack volvió a sonreír.

“Felicitaciones!”, se felicitaron los dos vampiros Blake y Nick, dándose la mano.

“Gracias!”, balbuceó mientras se sonrojaba, Zack. Ver a todas esas personas allí por él y su familia lo hizo sentir especial y amado. Especialmente después de haber terminado definitivamente la relación con su padre algunos años atrás.

“Yo también voy a felicitarte, pero te has condenado a una existencia difícil y complicada”, se acercó Jack, el padre de Vera, uno de los vampiros más temidos en todo el mundo. “Ser padre no es lindo como parece. A menudo me hizo desear envejecer y morir, para escapar de este rol que me encadena a Vera y a sus problemas por toda la eternidad.”

“Y dentro de poco serás abuelo”, sonrió divertido Zack.

“No me lo recuerdes”, murmuró Jack con la voz rota, arreglándose la corbata con gestos nerviosos, como si estuviera a punto de sofocarse.

“Pero se dan cuenta que hoy con su imprudencia han puesto en peligro nuestra alianza?”, se recompuso Zack notando la molestia de sus agentes parados en la salida y listos para intervenir ante la mínima insinuación de ataque.

“Lo sabemos, pero apenas Félix nos avisó del inminente parto, Vera, Tess y Siobhan salieron al ataque. Teníamos sólo dos posibilidades: dejarlas venir solas a enfrentarse con los guardias de la Macross Company o seguirlas y protegerlas”, explicó Blake avergonzado.

La idea de Vera embarazada y cerca del parto, que se enfrentaba con sus guardias lo hizo reír, sobre todo porque había sabido por medio de Félix, el hermano de su esposa, que desde el comienzo del embarazo ella había perdido todos sus poderes vampiros. Ahora era una simple y débil humana. Lástima que no se diera cuenta.

Lo mismo se podía decir de la frágil y humana Tess, que para estar junto a la que ella consideraba su familia, no había dudado un instante en correr al hospital, haciéndole caer el cabello a su marido Nick, un vampiro Antiguo.

“Zack, no te olvides que Fanny forma parte de mi grupo de lobisones. Como Alfa, es mi deber estar aquí para protegerlos, sobre todo ahora que ella está débil por el parto”, intervino Xander, el imponente marido de Siobhan, que tomaba muy en serio su rol de líder de la manada. Él mismo había ordenado a Félix informarle todo sobre su hermana y su vida en el interior de la Orden.

“Fanny es mi esposa. Es mi deber cuidarla”, dijo ofendido Zack, sintiéndose poca cosa porque era sólo un humano. A veces, para él no era fácil aceptar que había sido “adoptado” por una familia alargada, con poderes sobrenaturales. Sin embargo, el afecto que le habían demostrado siempre había quitado cualquier inseguridad y ahora estaba contento de tenerlos allí, incluso porque Sarah, su hermana, habría podido llegar sólo a la noche por el largo viaje desde Japón.

“No te ofendas, Zack. Sabes que aquí son todos híper-protectores”, intervino el vampiro Peter abrazándolo, seguido por su pareja Cecilia, la tía humana de Vera.

“La verdad es que todos te extrañamos en la Confederación”, agregó Cecilia abrazando a quien consideraba su hijo.

“¡Oh, Cecilia! ¡Gracias! Estoy muy feliz que hayan venido… ¡De verdad! No me lo esperaba”, se emocionó Zack sintiéndose por un instante como si todavía fuera el científico de la Confederación, junto a Grucho y Kurosawa. ¡Cuánto extrañaba esos tiempos!

Pero ahora todo había cambiado porque, precisamente para salvar a la Confederación y a todos los que estaban en esa habitación, había decidido echar a su padre, tomar el mando de la Orden de la Cruz Ensangrentada y llevar un nuevo equilibrio entre los humanos y los vampiros.

Todavía perdido en sus pensamientos, se encontró frente a los últimos dos que llegaron: el sirviente de la Confederación, Harold, que intentaba mantener en equilibro la bella cantidad de cuarenta y dos paquetes de regalos todos apilados uno sobre el otro y, finalmente Ahmed, el Cazador Hechicero que le había enseñado a tener mayor control sobre el poder mágico aprendido en Susa muchos años atrás, cuando estaba buscando a Vera y odiaba a los vampiros, como su padre.

Sabiendo que la ceguera de Ahmed no había desaparecido a pesar de los años, se acercó a él y lo abrazó con afecto.

“Ahmed, que hermoso verte aquí.”

“Te has vuelto un gran hombre”, dijo brevemente Ahmed, como solía hacer.

“Gracias también a lo que me has enseñado.”

El rostro arrugado de Ahmed se abrió en una tímida sonrisa.

“Quiero que tú seas el primero que tenga en brazos a mi hija”, lo invitó Zack acompañándolo hacia la cama donde estaba su esposa.

“April”, susurró apenas Ahmed, pero Zack alcanzó a oír la palabra.

“April?”, se sorprendió Zack que todavía estaba negociando con su esposa el nombre, estando indecisos si llamar a su pequeña, Diana como la madre de Zack o, Frida como la hermana difunta de Fanny y Félix.

Ahmed no respondió, pero de todas formas Zack había entendido y, de repente, sintió que ese era el nombre indicado.

Sólo pronunciarlo lo había llenado de alegría.

En ese momento, su esposa estaba discutiendo el nombre con sus amigas.

“Se llamará April”, sentenció Zack en voz alta, atrayendo la atención de los demás.

Para la sorpresa general, tomó entre sus brazos esa pequeña bolita perfumada que dormía tranquila, totalmente indiferente del ruido a su alrededor.

Hizo a un lado la delicada manta rosa que la envolvía y sacó a la luz esa carita por la que había sentido que su corazón latía rápido, tan pronto como la vio.

Esa pequeña criatura resumía todo lo que habría sido su mundo desde ese momento.

Los pocos cabellos rubios con algunos mechones rojizos le acariciaban la cabecita.

Le dio unas palmaditas en la suave y tersa mejilla. Le recordó el delicado capullo de una flor recién nacida entre la tierna hierba de un prado, todavía frío por la última nieve.

Esa niña representaba el renacer, la primavera.

Sí, April era el nombre indicado.

Cuando levantó la mirada hacia los presentes, se encontró rodeado sólo de sonrisas felices.

“April? ¡Me gusta!”, se conmovió Fanny frente a su pequeña en las manos amorosas del padre.

Con delicadeza, Zack besó a la dulce niña y con calma la colocó en los brazos delgados, pero todavía fuertes de Ahmed.

Ese gesto molestó a todos los que estaban allí.

Zack fingió no darse cuenta, pero en realidad sabía el motivo: Ahmed era un hechicero poderosísimo y había predicho grandes cosas, no siempre felices, cuando habían nacido otros de los niños allí presentes. Y ahora todos temían a la que llamaban “La profecía de Ahmed.”

Sin embargo, Zack y Fanny no tenían miedo: April tenía sangre de lobizón y eso la haría fuerte e invencible para la felicidad de la madre, además de ser la futura heredera del imperio de los Macross.

Ahmed dijo una breve pero dulce letanía en árabe que ninguno comprendió.

Cuando terminó, Zack y Siobhan, ella también una hechicera, percibieron algo preocupante en el futuro de la pequeña.

“Quiero saber, Ahmed”, le dijo Zack notando el silencio del anciano.

“April. Una criatura delicada y frágil, pero capaz de desencadenar una de las guerras más violentas entre humanos y vampiros”, murmuró Ahmed arrugando el rostro por el esfuerzo de entender lo que su mente veía.

“April será muchas cosas excepto delicada y frágil!”, dijo Fanny lista para hacerle conocer la fuerza de lobizón a Ahmed. No era casualidad que ella fuera la responsable del entrenamiento y de los combates de los agentes del Orden.

“April es humana”, reveló Ahmed haciendo helar la sangre a todos los presentes.

“Pero ¿qué estás diciendo?”, se preocupó Zack temblando por el enojo y el miedo. “Fanny es una lobizón. Una sola mordida a un vampiro y se muere.”

“Lo lamento, Zackary, pero April no morderá a nadie. No podrá. Su humanidad…”

“Imposible!”, explotó Fanny reteniendo las lágrimas por la frustración.

“Sólo puedo decirles que la dulce April no morirá jamás por culpa de un vampiro. Su vida estará llena de amor, larga pero trabajosa.”

“Y una simple humana puede desencadenar una guerra?!”, se sorprendió Félix incrédulo.

“También tendrá el aspecto delicado de una flor, pero la fuerza heredada de la madre yace en su corazón.”

Zack cayó exhausto sobre el borde de la cama. Era como si le hubiera caído encima una roca imposible de soportar.

Durante todos los meses de embarazo, tanto Fanny como él se habían mantenido en la fantasía que su niña habría sido invencible como un lobizón, una criatura capaz de llevar adelante un imperio y combatir contra los vampiros rebeldes y, por el contrario, ahora tenían en sus brazos la vida precaria de una pequeña humana nacida en medio de una guerra más grande que ella.

“¡Humana o no, no nos interesa! ¡Nosotros nos ocuparemos de defenderla!”, exclamó Vera determinada y decidida en no dejarse abatir por esa noticia.

“Vera tiene razón. April no será una guerrera, pero será siempre una princesa”, se unió Siobhan.

“Una princesa capaz de desencadenar una guerra”, recordó Jack, ganándose una mirada extraña por parte de Vera y Cecilia.

“Exacto. Capaz de desencadenarla. Ahmed no dijo que sucederá indefectiblemente”, aclaró Cecilia.

“El destino siempre puede cambiar”, se sintió obligado a aclarar Ahmed.

“Hasta que la Orden y la Confederación no sellen un pacto de forma oficial, el riesgo de una guerra será siempre inminente”, agregó Blake.

“Exacto”, continuó Vera. “Por ello decidí venir aquí y poner fin a esta guerra fría velada sólo por nuestra tregua. Ahora todo tendrá que cambiar.”

“El nacimiento de April cambia todo. Nosotros también somos su familia y queremos estar”, se entrometió Siobhan dirigiéndose a Zack, que se sentía cada vez más confundido.

“Por ello decidimos extender la Confederación y abrir una segunda sede aquí en Londres.”, reveló Vera entusiasmada.

“Qué cosa?!”, dijeron Zack y Fanny al unísono, junto a los agentes que estaban todavía firmes en la salida de la habitación.

“Han comprendido. New York está lejos. Ustedes están aquí en Londres, incluso los negocios de Nick y Tess los llevan siempre a los Estados Unidos e Inglaterra, por eso decidimos traer a la Confederación aquí. Para estar cerca.”

“La Orden de la Cruz Ensangrentada no lo tomará bien”, susurró apenas Zack con disgusto.

“Eres el jefe, ¿no?”

“Debo rendir cuentas incluso al Vaticano.”

“Estoy segura de que podrás hacerlo.”

“No lo sé.”

“Tienes que hacerlo por todos nosotros, por un futuro juntos, por la paz entre las razas… Hazlo por April.”

April. Por ella habría hecho cualquier cosa. Incluso atravesar el fuego… o aceptar una alianza desquiciada.

Vera le estaba ofreciendo en una bandeja de plata, lealtad y protección absoluta. Lo sabía.

“De acuerdo”, decidió finalmente, sorprendiendo a sus agentes.

 

Quiero saber más.






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