Leny tenía sólo dieciséis años cuando se quedó sola después de la partida de su querida prima Emily y su mejor amigo Chris en busca de suerte en el mundo del cine. Han pasado siete años desde entonces y la vida de Leny es ahora una caída al abismo después de que perdiera su trabajo y dejara a su novio, mientras que las dos personas más importantes de su vida se han convertido en dos celebridades de Hollywood. Justo cuando todo parece perdido, los famosos Emily Keys y Chris Hailen regresan a su ciudad natal. ¿Podrán Leny, Emily y Chris superar esos largos años de distancia y volver a encontrarse? ¿Leny logrará confiar en su prima y finalmente declararle sus sentimientos a Chris?
Capítulo 1
Los conductores terminaron de
cargar el equipaje en los dos coches negros, demasiado lujosos para no atraer
las miradas curiosas de todo el pueblo.
―Este es el momento de la
despedida ―dijo la madre de Emily con los ojos aún hinchados de llorar, después
de los últimos días que había pasado discutiendo para acabar rindiéndose
tristemente a la decisión de su hija y permitir que se fuera para buscar su
destino y hacer realidad sus sueños.
Emily corrió hacia ella entre
lágrimas de exaltación y ansiedad por esa partida inminente y bastante precipitada.
―Me encantaría que pudieras venir
conmigo ―le susurró al oído mientras la abrazaba con fuerza.
―Sí, a mí también, cariño ―suspiró
dolorosamente su madre, pensando en las obligaciones que la mantenían anclada a
ese pequeño pueblo y sus habitantes. Tenía un trabajo y su jefe se había negado
a concederle un permiso de tres meses, amenazando con echarla. No podía dejarlo
y quedarse sin dinero. Tenía responsabilidades y ahora estaba sola. Además, si
las cosas no le iban bien a su hija, tendría que volver a sostener
económicamente a las dos. A eso se sumaba que no podía dejar sola a su hermana,
cuyo marido se había esfumado, dejando de contribuir al sustento de la familia.
―Ya verás, pronto será Navidad.
No habrás tenido tiempo de echarme de menos y ya estaré de vuelta―le aseguró
Emily, separándose de su madre con una de esas hermosas sonrisas suyas que
podrían contagiar de felicidad incluso a la persona más enfurruñada y triste
del mundo.
―Por favor, ten cuidado.
―Ya tengo dieciséis años. He
crecido y la señora Martens va a cuidar de mí todo el tiempo.
Después de separarse de su madre,
que parecía incapaz de soltarla, corrió a abrazar a su prima, que estaba rígida
y temblorosa al borde de la calle.
―¡Oh, Leny! ¡Te voy a extrañar
mucho!
―Yo también ―susurró su prima
intentando controlar las lágrimas con un esfuerzo casi sobrehumano. Sumergida
en el pelo sedoso y rubio de Emily, olía su perfume por última vez, sabiendo
que nunca lo olvidaría.
Emily había sido como una hermana
para ella durante todos esos años vividos en la casa conjunta, compartida por las
dos familias desde que murió el padre de Emily, cuando ella tenía solo dos
años.
Desafortunadamente, la soledad
también había afectado a su tía, abandonada por su traicionero y falso marido,
que la dejó sola con una hija pequeña y un mar de deudas.
Así las cosas, las dos hermanas
se armaron de coraje y se fueron a vivir al campo en una casita que dividieron
en dos apartamentos.
Emily vivía con su madre en el
piso superior, su tía y Leny vivían abajo.
Las dos niñas nacieron en el
mismo año y tuvieron que compartirlo todo debido a las dificultades económicas
de sus madres, por lo que se habían hecho muy cercanas y se querían mucho.
Pero ahora el destino había decidido
separarlas, y aunque a Leny le hubiera gustado gritarle a su prima que no se
fuera, no podía hacer eso. Ella sabía lo mucho que esa oportunidad significaba
para el futuro de su prima y, en el fondo de su corazón, sentía que esa
decisión llevaría a Emily a lo más alto, como ella deseaba: ¡quería convertirse
en una estrella de cine!
Aunque esa inminente separación
la hiciera sufrir, nunca jugaría la carta del chantaje emocional. Sabía que
tenía que dejarla ir. Por su bien.
Pensando solo en eso, Leny pudo retener
sus lágrimas y mostrar una de sus características sonrisas tímidas.
―Prométeme que no me olvidarás ―dijo
Emily abriendo sus ojos azules con esa mirada mustia y encantadora que la haría
ganar el favor del público.
―¡Eso es imposible! Siempre
estarás conmigo. En mi corazón ―respondió Leny con su voz tímida y dulce.
―Sabes que me será difícil
comunicarme contigo, pero te juro que cada noche, antes de acostarme, miraré al
cielo y te desearé buenas noches.
―¡Oh, Emily! ―susurró su prima,
volviendo a abrazarla por última vez antes de que llegara la señora Martens,
preocupada por perder el vuelo.
―Emily, debemos irnos. Es tarde ―dijo
en su habitual tono enérgico.
Las dos primas se miraron por
última vez prometiéndose en silencio que nunca se olvidarían la una de la otra.
Leny hubiera querido seguir a
Emily hasta el coche, pero el dolor por su partida no le permitió mover un
músculo y la chica pronto fue escoltada por su madre y su tía para el momento
de los últimos consejos.
Leny tardó un tiempo en poder moverse,
y se acercó al otro coche, que estaba esperando todavía aparcado en el estrecho
camino de tierra, un poco detrás del otro.
De repente, el dolor por lo que estaba
a punto de pasar se hizo tan agudo que la dejó sin aliento.
Ese día no solo estaba saliendo
de su vida por los próximos meses o años la que era más que una hermana para
ella, sino también su mejor amigo.
Ni siquiera podía imaginar cómo
sería ir a la escuela sin Emily y su aura de belleza, que solía llamar la
atención de los chicos más lindos y a veces la protegía de las malas compañeras
que se burlaban de ella por sus orejas, ligeramente sobresalientes.
Como si eso no fuera bastante, también
se encontraría sin él.
Chris.
Su mejor amigo, con quien ella y
su prima pasaban todas las tardes, a quien miraba a menudo desde la ventana de
su habitación, que se abría directamente frente a la suya.
Durante toda su infancia tuvo su
grupo de amigos, pero debido a su exagerada timidez, solo su prima y Chris se
habían ganado su confianza.
Él era el único que la hacía reír
y liberaba la charlatanería que ocultaba a todos los demás.
Tal vez porque era dos años mayor
que ellas, o porque lo habían puesto al cuidado de su abuelo después de haber
perdido a sus padres.
En cualquier caso, Chris era el
único que podía vencer su miedo por el mundo exterior y… hacer que su corazón
latiera rápido.
Cuando oyó el ruido metálico y
crepitante de la vieja puerta de la casa del abuelo de Chris, el corazón de Leny
dio un brinco.
Se giró y vio al chico acercarse
caminando con su único pariente vivo, que le estaba dando el último consejo.
―…es importante. Ese mundo es
inseguro.
―Ya me lo has dicho, abuelo.
―Recuerda siempre cuál es la
verdadera brújula de la vida.
―Lo haré, abuelo.
―Tu corazón, muchacho. Tu
corazón. Ni dinero ni fama, como intentarán hacerte creer ―sermoneó el viejo mientras
se acercaban a la señora Martens para obtener las últimas explicaciones sobre
el viaje.
Chris se detuvo.
Estaba nervioso y su cara estaba
cansada y afectada. Había pasado los últimos días sin dormir tratando de decidir
si esta era la elección correcta: dejar a su abuelo, a sus amigos, su casa para
ir al extranjero y convertirse en actor.
Finalmente había tomado la
decisión, pero ahora, frente a la mirada temerosa y desconcertada de Leny
causada por la alteración y el cambio, sentía
una punzada de indecisión en su corazón.
La vio acercarse a él asustada y
temblorosa, ceñida en su chaqueta vaquera.
―Emily ya está en el auto ―le avisó
en voz baja, tratando de no mirarle a los ojos porque temía no poder contener
las lágrimas. Esa sería la última vez que hablaría con él en mucho tiempo.
¿Cómo podría dormirse sin la
compañía de aquella lámpara encendida hasta altas horas de la noche o salir con
el resto del grupo sin su presencia para protegerla y tranquilizarla?
Pero, sobre todo, ¿cómo podría
vivir sin tenerlo cerca cada día de su vida?
De repente, abrumada por las
emociones, se cierra aún más la chaqueta.
―¡Estás temblando! Deberías
ponerte algo más calentito, si no quieres resfriarte ―se preocupó él inmediatamente,
frotando vigorosamente sus brazos y luego su espalda para calentarla.
Pocos segundos después se sintió sobrecogida
por uno de los abrazos más cálidos y dulces de Chris.
¿Cómo podría dejarlo ir?
No podía.
Presa de sus propias emociones,
se encontró llorando silenciosamente contra el pecho del chico.
Lo abrazó instintivamente con
todas sus fuerzas.
―Te echaré de menos, Leny ―confesó
él besando su pelo castaño claro.
Ella deseaba poder decirle que
también lo extrañaría mucho, pero se quedó callada temiendo no poder
controlarse y acabar rogándole que no se fuera.
―Pero tengo que hacerlo. ¿Lo
entiendes? ―continuó con voz decidida y seria―. Te prometo que me convertiré en
un actor rico y famoso, y te compraré una casa para ti y para tu madre. Te haré
feliz.
¿Pero qué sería la felicidad para
ella si él no iba a estar cerca?
Lentamente se apartó de él y le
miró a los ojos, a pesar de que las lágrimas le empañaban la vista.
Se perdió en esos fantásticos
ojos verdes que siempre la miraban con cariño y dulzura.
Ella sabía cuántas dificultades
había tenido que enfrentar en su joven vida, y ahora el destino le estaba dando
la oportunidad de cambiar su futuro como a menudo había deseado.
―No me importa si te conviertes
en un actor rico y famoso. Solo deseo que seas feliz.
«Incluso aunque sea sin mí».
Ella lo vio dudar y agarrarse la mandíbula
con nerviosismo, sus ojos estaban acuosos por la tristeza.
A pesar de las lágrimas en su cara,
con forma de corazón, ella sonrió tímida y simplemente le rozó la barbilla afeitada
con las yemas de los dedos.
Sorprendido por ese toque
inesperado, agarró la mano de ella y la llevó a su corazón.
Siguieron mirándose fijamente
hasta que el peso del momento se hizo insoportable.
―¿Me extrañarás, Leny? ―preguntó
con voz ronca, rodeando su cara con sus manos.
La pregunta entró como un tsunami
en la ya débil psique de Leny, y ella estalló en un gemido incontrolado que la
hizo casi caer.
Afortunadamente Chris seguía
abrazándola fuerte y eso evitó que cayera al suelo.
Tan pronto como Leny volvió en sí,
Chris relajó su abrazo y los dos se encontraron perdidos el uno en los ojos del
otro.
Aunque se conocían desde que ella
tenía solo tres años, en los últimos dos las cosas habían cambiado. Leny había
empezado a mirarlo de una manera distinta y deseaba un contacto físico más
cercano con él.
Como las otras chicas, ella
también había empezado a mirar a los chicos bajo una luz diferente de un tiempo
a esta parte, y miraba a Chris por la ventana cuando se desvestía, lo que la
confundía y desconcertaba, pero nunca había querido investigar a fondo el
motivo de su curiosidad, ya que le importaba demasiado su amistad y el
equilibrio que existía entre Chris, Emily y ella.
Es más, rara vez había estado a solas
con él, sin la presencia cautivadora de Emily, con quien Chris compartía muchas
pasiones, como la de actuar. O sin la multitud de chicas que a menudo seguían a
Chris tratando de captar su atención, atraídas por su buen aspecto.
Pero ahora estaban solos.
Nadie los miraba.
De repente, los ojos de Chris se
iluminaron con un brillo desconocido para Leny.
―Chris… ―suspiró afligida.
Ella lo vio desviar la mirada de
sus ojos a su boca, y antes de que pudiera darse cuenta, los labios cálidos y
suaves de Chris estaban en los suyos, estremeciéndose.
Un beso. Ese beso fue suficiente
y finalmente abrió la cerradura del corazón de Leny, que descubría el amor por
primera vez. Amor de verdad. El que va con A mayúscula.
Ella sintió su boca moviéndose
sobre la suya, mientras ese nuevo sentimiento inundaba su corazón hasta dejarla
sin aliento.
Cuando Chris se separó de ella,
se encontró jadeando.
Se pasó la lengua por los labios
ardientes. Sabían a lágrimas y a él.
Nunca olvidaría aquel sabor tan
dulce y masculino al mismo tiempo.
Su corazón seguía martilleando frenéticamente
en su pecho, cuando escucharon la voz de la señora Martens llamándolo para que
subiera al coche.
Ese momento mágico de ternura se
desvaneció en un instante, dando lugar a la más oscura desesperanza.
Leny deseaba con todas sus
fuerzas gritarle que no se fuera, porque lo amaba. Ahora lo sabía. Estaba muy
segura, pero su mente le impedía poner fin a los sueños de Chris por puro
egoísmo.
―Leny, ¿me extrañarás? ―le
preguntó con voz rota.
―Yo…, no sé cómo podré seguir sin
ti, sobre todo porque he entendido que te quiero.
―Leny, una palabra tuya será
suficiente… Solo una y me quedaré aquí. Contigo.
¿Cómo podía cargarle esa responsabilidad?
¿Cómo podría ser ella la que
eligiera entre hacer realidad su sueño de amor o el sueño de él de triunfar en
el mundo del espectáculo?
Ella realmente deseaba declararle
sus sentimientos y permanecer en sus brazos para siempre, pero se dio cuenta de
lo injusto que sería cortarle las alas.
Un prometedor director de cine
había visto en él un talento natural y una futura carrera como actor. ¿Cómo podía
quitarle todo eso?
Se obligó a sí misma a apartarse de
él, con la certeza de hacerlo solo por el amor infinito que sentía por él, y él
quedó abatido.
―Debes irte o perderás el vuelo ―logró
decir ella tratando de mantener la voz firme.
―Leny, yo… te…
―Estaré bien. No te preocupes.
―¿En serio?
Lenny asintió intensamente, sentía
que había perdido el control de su dolor.
―Volveré pronto ―susurró casi tan
sorprendido como ella.
Ella consiguió sonreír por última
vez antes de darse la vuelta y volver corriendo a casa, mientras su corazón se
rompía en mil pedazos.
―Cuida de mi abuelo. ―Esas fueron
las últimas palabras que escuchó de Chris antes de llegar a la puerta de su
casa y cerrarla tras ella.
Ni siquiera escuchó los coches arrancando
ni las últimas despedidas a gritos de su madre y de su tía, porque en cuanto la
puerta se cerró tras ella, cayó al suelo rota de dolor.
Un dolor oscuro y profundo que
rompió su alma.
Y esta vez no había nadie para
consolarla. Ni siquiera Emily.
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