martedì 27 agosto 2024

Coincidence - Primer capítulo

 


Escapé de mi verdugo y terminé en los brazos de un hombre peor.
Lukyan Vasilyev me destruirá y no sé cómo detenerlo.

TESSA. Luego de que mi padre mató a mi novio, comprendí que escapar era la única forma de ser libre. Ya no quería ser Tessa Rivera, la hija del poderoso jefe de la mafia, Giorgio Rivera.
Durante un año había planeado mi fuga a escondidas y, finalmente el momento había llegado.
Mi plan era simple: ir a un evento de beneficencia con mi familia, encontrar el momento adecuado para desaparecer del radar durante algunos minutos y luego, escapar en el primer taxi que encontrara para correr al aeropuerto.
Fácil y rápido.
Nada podía salir mal, pero luego me encontré sola en la calle, con frío y sin rastros de un taxi que pudiera llevarme lejos de mi familia antes que se dieran cuenta de mi desaparición.
Sólo la desesperación me había llevado a hacer algo que no estaba previsto: robar un coche.
El destino había querido que ese auto perteneciera a Lukyan Vasilyev, uno de los hombres más peligrosos del clan mafioso adversario de mi padre.

LUKYAN. Las coincidencias no existen. Nunca. Sobre todo, cuando se trata de los Rivera y los Vasilyev. Descubrir que una niña tonta había podido engañarme y robarme el coche había hecho que mi noche fuera más agitada de lo que había previsto, pero nada que no pudiera gestionar fácilmente. Nadie podía cometer semejante error y no pagar las consecuencias.
Encontrar a esa atrevida hubiera sido simple. Nada podía escapar de mi control.
Hubiera hecho que se arrepintiera de haberme involucrado y la hubiera hecho pedazos, hasta devorarle el alma.
Cuando se la hubiera restituido al padre, no quedaría nada de la dulce e inocente Tessa Rivera.



Capítulo 1


-Con esto, romperemos para siempre las cadenas que te atan a los Rivera y haremos justicia, amor mío-, exclamó Matthew, tomando de mis manos el pendrive en el que había copiado algunos archivos del ordenador personal de mi padre.

-¿Terminará en la cárcel? -, pregunté un poco preocupada. Mi temor no era que mi padre fuera arrestado, sino por el contrario, que consiguiera escapar como siempre había pasado.

-Con estos documentos, no habrá ningún abogado capaz de defenderlo. Será un duro golpe al crimen organizado. -

Me hubiera gustado preguntarle si estaba seguro. En Detroit había tres clanes mafiosos que se disputaban el territorio: los puertorriqueños Rivera, los chinos Chen y los rusos Vasilyev.

Los conflictos entre las tres familias estaban a la orden del día, en una guerra sin tregua que se prolongaba desde hacía décadas.

Una guerra que quería que terminara, pero que por el contrario hubiera tenido que continuar en calidad de única heredera de Giorgio Rivera, mi padre, el jefe del clan.

Mi futuro ya estaba escrito y sin importar cuánto hubiera intentado hacer razonar a mi padre, no hubiera conseguido hacerlo cambiar de opinión.

Me había rendido por la violencia que sufría cada vez que intentaba luchar contra él, hasta que conocí a Matthew.

Un encuentro que me había traído golpes más feroces. En ese momento, se dejó marcado en mi brazo la marca violeta de su cinturón de cuero con el que me había azotado cuando descubrió que me había enamorado de Matthew, un policía de la DEA.

​-Sólo quiero que todo esto termine y que podamos estar juntos para siempre. Te amo, Matthew-, susurré, perdiéndome en su cálido abrazo.

-Estoy seguro de que, dentro de un par de meses, todo habrá terminado. -

- ¿Me lo prometes? -

-Haría cualquier cosa por ti, Tessa. Te amo. -

Nos miramos. Sus bellísimos ojos azules resplandecían bajo el sol y mi corazón volvió a latir feliz.

Incluso si estábamos juntos desde hacía menos de un año, sentía que verdaderamente lo amaba.

Era el único hombre que podía imaginar a mi lado y con quien tener hijos.

Como si pudiera leerme la mente, me sonrió con amor y me besó.

Un beso que pronto iba a marcar nuestro fin.

 

 

Tessa

 

 

Un año más tarde.

 

-Esta noche quiero que no te separes de Fred Strengton, ¿me expliqué bien? -

-Sí, papá-, protesté molesta, ganándome otra mirada homicida.

-Quiero que te cases con él, ¿has comprendido? -

-Yo también quisiera casarme, pero con el hombre que amaba, lo has asesinado, ¿recuerdas? -, respondí llena de odio.

No hubo forma de escapar de la limosina que nos estaba llevando a la gala de beneficencia organizada por el nuevo alcalde de Detroit. En un instante, su bofetada dio de lleno en mi mejilla izquierda.

-Deberías agradecerme, pequeña ingrata. Ese policía quería sólo usarte para meterte en problemas. -

Hubiera querido reaccionar e insultarlo, pero el dolor en el rostro detuvo cualquier rebelión de mi parte.

Aferré fuertemente mi pequeña bolsa de seda azul, que combinaba perfectamente con mi vestido. Allí estaba todo lo que había podido conseguir durante los últimos diez meses, después de la muerte de Matthew.

-Giorgio, te lo ruego... no en el rostro-, susurró mi madre, notando la marca roja en mi piel.

Ni siquiera la miré, sentía tanto desprecio hacia ella. Era una mujer pasiva, que se escondía detrás de su marido y que cerraba los ojos frente a las injusticias, con tal de mantener su estilo de vida al que se había acostumbrado rápidamente y que protegía más que a cualquier otra cosa en el mundo. Yo representaba sólo el motivo por el que ese matrimonio le había permitido entrar en el clan de los Rivera. Nunca le había interesado como hija y apenas parecía soportar mi presencia.

Hacía años que apenas hablaba con ella y había comprendido que, si necesitaba ayuda, ella era la última persona con quien podía contar.

Estaba sola. Malditamente sola. Y esa noche iba a recuperar la libertad que merecía y que Matthew había intentado darme antes de morir.

- ¡Wilma, dile algo! -, se enfureció mi padre con su esposa, notando mi indiferencia frente a ese gesto.

- ¿Qué quieres que le diga? Ni siquiera pude convencerla de vestirse con moderación. Tiene casi veinticinco años y todavía no sabe distinguir la elegancia de la vulgaridad. Tessa, realmente no sé qué necesidad tenías de ponerte todas esas pulseras. ¡Una era más que suficiente! -

-Mamá, ¿no me has dicho siempre que los diamantes son los mejores amigos de una mujer? - le respondí con fingida adoración, acariciando esas joyas alrededor de mi brazo.

-Claro, querida- me respondió molesta. –Pero, tú nunca has demostrado interés por las joyas, mientras que en este último mes nos has hecho gastar una fortuna en Cartier.

-Estoy enamorada de ese local. Nunca me había dado cuenta de lo hermosas que son sus joyas. Además, la empleada sostiene que resaltan mi cutis- suspiré extasiada, acariciando los dos collares de oro y zafiros que llevaba en el cuello, combinados con los tres anillos que brillaban sobre mi mano derecha. Sin tener en cuenta, los otros cinco anillos aún más costosos, que había escondido en la bolsa.

- No tiene nada de malo gastar dinero en diamantes. Es una mujer y estoy seguro de que a Fred Strengton no le molestará- intervino mi padre, poniendo fin a la conversación. – Sin embargo, Tessa, tienes que intentar controlarte o me enviarás a la quiebra. -

-Sí, papá-, respondí un poco molesta, mientras seguía acariciando esas piedras preciosas, que pronto me permitirían obtener lo que quería.

Algunos minutos después, el coche entró en Washington Boulevard y se detuvo delante al Hotel Windsor, donde se había organizado una gala de beneficencia para construir un nuevo hospital en Haití. En realidad, era sólo una reunión enmascarada, donde los más poderosos de la ciudad se encontraban y decidían la suerte de la ciudad.

Me daba asco tanta pretensión. Parecía que estaba en la hoguera de las vanidades, en donde incluso los mafiosos de los clanes Rivera, Vasilyev y Chen compartían el mismo espacio, pretendiendo respetarse y estar de acuerdo, delante a las máquinas fotográficas de los periodistas que habían invadido el ingreso del hotel.

Cuando el conductor nos abrió la puerta, puso a prueba mis músculos faciales, mostrando una sonrisa de treinta y dos dientes, tan falsa que se me hicieron dos hoyuelos en las mejillas.

Esa era mi sonrisa de circunstancia, falsa como ese mundo brillante que escondía corrupción, homicidios, distribución de drogas a niveles tan altos como para golpear a Matthew, que había confiado en la persona equivocada cuando había denunciado a mi padre y había mostrado las pruebas a su departamento.

Intentando no enredarme en mi vestido largo, salí del habitáculo y me dirigí junto a mis padres hacia el ingreso.

Me envolví en mi abrigo forrado de piel de armiño blanco, y sin prestar atención a los periodistas, seguí a mi padre.

Presentamos nuestras invitaciones y nos dirigimos hacia el guardarropa, donde una empleada cogió nuestros abrigos.

Conservé conmigo la bolsa y respiré profundo cuando entré en el salón que había estudiado mucho durante el último mes, desde que mi familia había recibido la invitación a presentarse en esa ceremonia.

Sabía que mi madre no me habría quitado los ojos de encima y que mi padre no me hubiera permitido alejarme, pero yo había planificado todo con mucho cuidado.

Intenté calmar mi ansiedad. Si algo hubiera salido mal, probablemente no hubiera salido con vida.

Cogí una copa de champaña y seguí fielmente a mi madre que había encontrado de inmediato a alguien con quien hablar. No presté atención a la conversación, pero mi sonrisa permaneció fija, tranquilizando a mis padres.

Había necesitado seis meses antes de poder nuevamente participar en esos eventos, después de lo que había sucedido con Matthew.

La correa alrededor de mi cuello se había vuelto tan ajustada que no podía respirar, pero había sobrevivido y había encontrado la forma de encontrar una razón de vivir: ser libre. Para siempre.

Bebí un sorbo de champaña. Era indispensable que permaneciera sobria y lúcida. Además, no podía correr el riesgo de que me hiciera mal al estómago ya que no tenía mis medicinas conmigo.

-Tessa, ¡qué gusto verte! - la voz de Fred Strengton me lastimó los tímpanos. Odiaba a ese hombre y aún más a mi padre que quería entregarme como esposa a cambio de algún favoritismo o arreglo.

Me giré y pretendí sorpresa al verlo.

Con molestia extendí mi sonrisa aún más, tanto como para correr el riesgo de tener un estiramiento muscular.

- ¡Fred! - exclamé feliz, acercándome para darle un beso en la mejilla. Él aprovechó para abrazarme y yo se lo permití. Ese hombre me servía para alejarme de mi madre.

- ¡Te ves encantadora! -

-Tú tampoco estás nada mal con...-, estaba por decir, pero me di cuenta de que no sabía cómo terminar la frase. Fred no era un hombre feo, incluso si era mucho más grande que yo. Tenía casi cuarenta años, una carrera política en ascenso, de cabello castaño ligeramente canoso en las sienes y ojos verdes que destacaban en su rostro bien afeitado. Sus modales nunca eran reprochables o molestos. Sin embargo, era tan zalamero y condescendiente con mi padre, que me daba ganas de vomitar. –Con cualquier cosa-, agregué con una sonrisa enamorada.

Fred enrojeció y yo aproveché para separarme de mi madre y aferrarme a su brazo.

-No me gusta estar aquí. No conozco a nadie, ¿sabes? -, le susurré al oído.

-Si quieres te presento un poco de gente.-.

-Con gusto-

-Señora Rivera, ¿puedo raptar a su hija por algunos minutos? -, preguntó Fred a mi madre que me miraba circunspecta. Conmigo nunca sabía si podía confiarse, pero nunca hubiera tenido el coraje de negarme al hombre que tenía el poder de detener las nuevas construcciones en Greektown.

-Claro, querido. -

Con un disimulado suspiro de alivio, abracé a mi nuevo compañero y dejé que me llevara por el enorme salón, donde Fred me presentó a muchas personas.

Pasamos casi una hora hablando con otros invitados. Rápidamente nos hubieran hecho sentar para asistir al discurso del nuevo alcalde y tenía que apresurarme.

Aproveché la oportunidad cuando vi a un hombre obeso acercándose para encontrarse con alguien detrás de mí.

Sin dejar que me vieran, me separé de Fred y me dirigí con desenvoltura hacia ese hombre.

Aferré mi copa de champaña que sostenía en mi mano izquierda, delante a mí.

A pocos centímetros, jadeé como si me diera cuenta de que estaba chocando con alguien. Hice un breve giro a la derecha, pero suficiente, y nuestros brazos chocaron. Con un gesto relámpago, deslicé la copa entre los dos y el champán se derramó sobre mi brazo izquierdo desnudo y la manga derecha de su elegante chaqueta. El resto acabó en el suelo.

- ¡Oh, Dios mío! ¡No sé cómo disculparme! Me siento mortificada...-, exploté con mil excusas, mientras el hombre intentaba comprender lo que había sucedido.

-No es nada... nada que la lavandería no pueda remediar. -

-Tessa, ¿estás bien? - intervino de inmediato Fred, rodeando mi cintura con un brazo.

-Me distraje. La champaña se me cayó encima-, expliqué molesta, mostrándole el brazo mojado. –Te lo ruego, acompáñame al baño. Tengo que limpiarme. -

-Claro-

Como un buen caballero, me acompañó al toilette y me esperó fuera de la puerta.

Me lavé el brazo bajo el agua corriente y me sequé bien.

Me miré al espejo. Estaba muy tensa.

-Tessa, lo está haciendo bien. Has planeado este momento desde hace casi un año. No puedes fallar-, le dije a mi reflejo.

Con calma conseguí salir del baño y vi que Fred todavía me estaba esperando.

Tenía que deshacerme de él.

-Fred, te lo ruego, ¿puedes pedirle a un camarero algo para quitar el champaña? Me he ensuciado el corsé. No quiero dejar la fiesta por culpa de una mancha. -

Sabía que él no quería que abandonara la gala, precisamente ese día que había sido tan condescendiente y gentil con él.

-Yo me ocupo-, respondió rápidamente, deteniendo a un camarero que estaba llevando una bandeja cargada de bocadillos rellenos de caviar.

Aproveché ese momento de distracción, para salir del baño y correr hacia la cocina.

Recorrí todo el corredor, intentando caminar sobre la punta de los zapatos para no hacer ruido con los tacos.

Giré en la esquina. Miré hacia atrás. Fred estaba distraído con otro invitado y no había notado mi fuga.

Seguí corriendo, recordando el mapa del hotel. Giré a la derecha dos veces y me encontré en la cocina. Se sentía mucho entusiasmo. Los cocineros estaban ocupados. Alguien intentó echarme de allí.

-Tengo que salir de este lugar-, le dije con voz perentoria.

Un camarero me indicó una puerta en el fondo de la habitación. Estaba por salir, cuando recordé el celular que llevaba en la cartera.

Rápidamente lo cogí y lo tiré en la basura del húmedo. Con ese gesto, acababa de decirle adiós a mi posibilidad de regresar o de pedir ayuda a alguien.

Ahora, de verdad, estaba sola.

Terriblemente sola pero también felizmente imposible de rastrear.

Salí por la puerta y una ola de aire frío otoñal me hizo temblar.

Hubiera querido tener conmigo mi abrigo, pero hubiera sido demasiado arriesgado volver al guardarropa.

Miré a mí alrededor. Estaba en una callejuela al este del edificio.

Me puse a correr hasta llegar al Boulevard Washington.

A mi derecha, algunos periodistas habían permanecido vigilando la entrada del hotel y ninguno notó mi presencia.

Intentando permanecer calmada, caminé más despacio y me dirigí hacia la izquierda.

Caminé lento, sin mirar atrás, pero lo suficientemente rápido como para poder alejarme de ese hotel, donde pronto Fred se hubiera dado cuenta que había desaparecido y hubiera corrido a avisar a mi padre.

Sin un celular, no podía llamar a un taxi o a un Uber. Hubiera tenido que llamar un taxi antes de tirar el teléfono, pero tenía demasiado miedo de que mi padre lo hubiera podido recuperar y descubrir lo que había hecho.

El objetivo era no permitirle de ninguna manera que supiera lo que haría luego.

Con toda la ansiedad que sentía, me di cuenta de que no había ni un solo coche amarillo en el estacionamiento.

¿Cómo puede ser que no haya ni siquiera un taxi en todo el estacionamiento? ¡Es absurdo!

Corrí ansiosamente por la acera, buscando desesperadamente un maldito taxi, cuando vi aparcar a doscientos metros delante de mí un Ferrari SF90 Stradale negro mate.

Caminé más despacio, mientras mi mente pensaba qué podía hacer.

Cuando vi al dueño bajar del auto, salté de miedo.

¡Era Lukyan Vasilyev, del clan de los Vasilyev!

Aunque sino lo había visto nunca personalmente, sabía quién era.

Había escuchado a mi padre hablar a menudo de él y las fotos de ese hombre a veces aparecían en las revistas de chisme o en los diarios de crónicas policiales.

Incluso si a cargo del clan todavía estaba su padre, muchos sostenían que la mente detrás del clan era la de Lukyan, su segundo hijo.

Lukyan Vasilyev, era ruso, pero se había criado en Estados Unidos, hoy era conocido por todos con el nombre de Luke Vasilyev. Su nombre, como su acento ruso, habían sido cambiados por una versión más norteamericana, a diferencia de su hermano gemelo Aleksej, que por el contrario había permanecido apegado a la Santa Madre Rusia y había abandonado al clan del padre para iniciar el propio.

Treinta y cinco años, alto un metro noventa, cuerpo atlético, cabello y ojos negros.

Lo que siempre había llamado la atención era que su nombre significaba luz, pero su aspecto era la ausencia total de luz. Hubiera tenido que llamarse Oscuridad.

Luke podía ser el clásico hombre buenmozo y lo suficientemente rico como para poder permitirse una Ferrari y ropa de sastre hecha a medida, casi siempre negra, que resaltaba su físico perfecto, pero bastaba perderse en su mirada para darse cuenta de que no era un hombre cualquiera. Su postura controlada y precisa no expresaba tranquilidad, sino control absoluto.

El fuego negro que emanaban sus ojos quemaba todo el oxígeno a su alrededor, dejando a sus interlocutores sin aliento y sobre todo sin posibilidad de salir indemne de ese encuentro.

Era uno de esos hombres que exudaban tal peligro que se te quedaba grabado incluso después de mucho tiempo. Era como si su mirada, después de posarse en ti, te hubiera marcado, recordándote siempre su presencia y lo fácil que era volver a tu vida y cambiarla para siempre.

Si hubiera sido una persona cualquiera, hubiera girado y hubiera vuelto atrás o hubiera atravesado la calle antes de que su mirada cayera sobre mí, pero años de golpes y amenazas de parte de mi padre me habían templado lo suficiente como para poder enfrentar un peligro como ese y sobrevivir.

Sin hacer que notara mi presencia, lo vi abrir la puerta del lado del pasajero, ocupado por una bellísima modelo que había visto en un desfile en Nueva York dos años atrás.

Luke la cogió por el brazo y la guió hacia donde me encontraba. Hacia el hotel a mis espaldas.

Noté su mano extenderse hacia la Ferrari y oprimir el botón de la llave automática para cerrar el coche.

Luego la colocó en el bolsillo del abrigo.

Durante los últimos meses, también había estudiado y practicado para robar las carteras de las personas. Mi mentora, Sheyla, me había enseñado todos los trucos del oficio. Había sido también gracias a ella, si conseguía escapar ese día.

Luke mantenía a su compañera a su lado con el brazo derecho, por lo que me moví hacia el lado opuesto del camino. Me sentía tensa y asustada. Robarle las llaves del coche a uno de los jefes del clan de los Vasilyev no era lo que había imaginado, pero no tenía elección. El tiempo corría y yo todavía me encontraba a dos pasos del hotel.

Mi padre me hubiera encontrado en pocos minutos.

Sentía el corazón que latía furiosamente.

Respiré el aire helado. De verdad hacía muchísimo frío y por un instante pensé en el habitáculo calefaccionado de la Ferrari. ¡Sí, iba a coger ese coche a cualquier costo!

Apuré la marcha.

Dejé de respirar cuando me encontré a un paso de ese hombre.

Abrí la bolsa y fingí que estaba buscando algo.

Luego, en el último minuto, giré hacia la izquierda y choqué con Luke.

Rápidamente, puse mi mano en su bolsillo y aferré la llave, mientras mi cuerpo se aflojaba por un momento contra ese hombre que me sostuvo sin dudarlo, pasando su brazo alrededor de mi cintura.

Ese contacto me hizo marear. Era como estar en el centro de un vórtice.

Puse la llave dentro de la bolsa y la cerré velozmente. Luego, con la misma rapidez, me alejé.

-Le pido disculpas. Me he tropezado... me siento mortificada...-, mentí, fingiendo sentirme preocupada y confundida por lo que había pasado.

- ¿De verdad? - Su tono burlón me despertó. Estaba claro que no me creía.

Lo miré a la cara y de inmediato me di cuenta de que había cometido un grave error.

Esos ojos negros eran capaces de robarte el alma.

Di un paso hacia atrás, decidida a tomar distancia de ese hombre, cuando me di cuenta de que todavía tenía su mano sobre mí.

Con un gesto molesto, lo aparté.

-Le pedí disculpas, pero no tengo por qué justificarme. -

-No, pero por fingir caer encima de mí, sí-

- ¡¿Fingir?!- repetí, poniéndome a reír. –Señor Vasilyev, no tengo tiempo que perder. Buenas noches. -

-Buenas noches a usted también, señorita Rivera-

No hubiera tenido que sorprenderme el hecho de que me conociera, pero no pude esconder el terror que sentí. La idea de que entrara en el hotel y fuera hacia mi padre a contarle ese pequeño incidente, hizo que se me helara la sangre.

Mi miedo debió ser muy evidente, porque la expresión de Luke cambió completamente y de repente se puso serio.

Estaba por suplicarle que no le dijera nada a mi padre, cuando su acompañante se entrometió.

-Luke, es tarde. ¿Vamos? -

Era tarde. Sí, demasiado tarde y yo no podía perder más tiempo.

Hice una señal de saludo y me retiré rápidamente, lejos de esa mirada que me perforaba la espalda. Pasé la Ferrari.

Sólo un poco después me detuve y miré hacia atrás. Luke y la modelo estaban entrando en el edificio y algunos periodistas les sacaban fotos.

Aproveché esa confusión para volver hacia atrás.

Llegué hasta el coche y con la llave lo abrí.

El sonido que hizo me hizo sobresaltar.

Miré a mí alrededor.

Nadie me estaba mirando.

Abrí la puerta y subí.

Con mucha ansiedad, presioné el botón de encendido.

El rugido que salió casi me hace desmayar.

Hubiera sido mejor si hubiera cogido un coche eléctrico. Así hubiera podido tener una fuga mucho más silenciosa.

Miré hacia el hotel. Luke ya había entrado.

Conté hasta cinco y partí.

Con las manos temblorosas hice una maniobra para salir del estacionamiento.

Estaba segura de que, si hubiera dañado el coche, la ira de Luke se hubiera multiplicado por diez, así que tuve mucho cuidado.

Sólo cuando dejé Boulevard Washington me sentí más tranquila.

Esa Ferrari era muy veloz. Nadie hubiera podido detenerme.

Encendí el GPS para ir al aeropuerto de Detroit-Metropolitan Wayne County Airport.

Luego de media hora de viaje, me di cuenta que mi desaparición ya se había hecho pública.

La búsqueda seguramente ya había comenzado.

Por suerte, no tenía mi celular conmigo y no era tan fácil encontrarme.

Además, estaba en un coche robado y mi padre sabía que no hubiera podido escapar muy lejos ya que no tenía dinero. Hubiera bastado esperar que usara una de mis tarjetas de crédito para saber dónde me encontraba.

Claro, también estaba el enigma sobre Luke Vasilyev, pero no era mi intención robarle el coche. Lo mío era sólo un préstamo y pronto hubiera encontrado la forma de restituírselo.

Aceleré un poco más.

Con el corazón latiendo como loco, adelanté un camión, varios coches y todo, esperando llegar lo antes posible al aeropuerto.

-Te lo suplico, Matthew, ayúdame-, rogué al amor de mi vida. Había pasado casi un año de su muerte y sentía que su recuerdo comenzaba a desvanecerse, pero empecé a pedirle a su espíritu cada vez que sentía miedo o cuando sentía que quería rendirme.

 Quiero saber más.

 



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