Felicity pasó toda su adolescencia opacada por la fama de sus dos hermanas, las jóvenes más populares de la escuela y Reinas del baile. Fue difícil sobrevivir sabiendo que no era hermosa y delgada como ella y al final, por miedo de ser atacada por los matones de la escuela, prefirió permanecer invisible.
Capítulo 1
FELICITY
No estaba acostumbrada a pasar las noches en los
locales.
Cuando iba a la escuela, había ido alguna vez con mis
compañeras, pero nunca me había divertido y siempre terminaba siendo ignorada.
Siempre me había considerado una marginada, alguien incapaz de interactuar
fácilmente, de insertarse en una conversación de otras personas, de sobresalir
o de dejarse llevar.
Siempre había sido difícil para mí salir con alguien
y, luego de que mi hermana Bethany se había graduado, me había encerrado aún más
en mí misma. No tenía otra opción, ya que sin mi famosa hermana, reinita del
baile y líder de las cheerleaders que también eran sus amigas, había vuelto a
ser Miss Yo No Te Conozco, como antes. Aquellas con las que me junté durante
tres años no eran mis amigas sino suyas y después de terminar sus estudios,
había tenido la confirmación. Ninguna de ellas me había vuelto a buscar o a llamar
por teléfono para salir o para estudiar juntas.
Me había quedado sola durante todo un año, olvidada
por todos y decidida a volverme invisible a los ojos de cualquiera, antes que
de terminar siendo objeto de burlas o humillación por mi apariencia aburrida y
discreta, a diferencia de la de mis hermanas Bethany y Ava.
Era difícil poder sentirse aceptada y apreciada,
cuando inevitablemente con cualquiera que me encontrara en el camino y supiera
de mis dos hermanas mayores, ambas reinitas del baile, no podía hacer otra cosa
que compararme con ellas.
Durante años había soportado y sufrido por esa
diferencia. Me había llevado mucho tiempo pero, finalmente había conseguido
aceptarme por quien era, con mi cabello crespo, mis ojos de un banal color
café, mi piel sensible, mi viejo acné y finalmente mis kilos demás.
Si en ese momento podía finalmente mirarme al espejo
sin sentir vergüenza era sólo gracias a las dos personas que había conocido
durante mi primer año de universidad: Kira Yoshida y Alice Preston. Las dos
muchachas más hermosas e increíbles que había conocido jamás y lo más loco era
que eran mis amigas! Sólo mías, sin la ayuda de Bethany o Ava. Ellas me habían
recibido en su círculo sin saber nada de mí. Me habían aceptado por quien era y
gracias a su amistad había pasado el año académico más hermoso de mi vida.
Había conocido a Kira en la clase de sociología. El
primer día se había sentado cerca de mí y me había felicitado por mi doble
chignon, diciéndome que ella también adoraba ese peinado, pero nunca le salía
bien. Había alcanzado esa frase para que me pareciera simpática de inmediato.
Después había faltado a una clase y ella de inmediato se preocupó en enviarme
los apuntes. Desde ese día, a menudo habíamos estudiado juntas y había
descubierto que ella era una auténtica genio. Precisamente durante una de esas
tardes de estudio en su habitación había conocido a su compañera de habitación,
Alice Preston.
A diferencia de Kira, siempre tranquila y dulce, Alice
de inmediato me pareció un tornado incapaz de apagarse, ni siquiera frente a un
peligro grande como Easton Carson, uno de los cuatro muchachos de mi escuela
que habían reinado como déspotas sobre todos los estudiantes y profesores,
volviendo la vida un infierno a cualquiera que se cruzara en su camino. Durante
todos los años de escuela había mantenido un perfil bajo para evitar terminar
en su mira y siempre lo había conseguido gracias a mi capacidad de volverme
invisible para los demás.
Sin embargo, luego me di cuenta de que Kira era igual.
Bajo ese aire cándido e inocente, se escondían una fuerza y una determinación
fuera de lo normal, lo que le había permitido llegar al corazón del muchacho más
malhumorado y reservado de mi clase de psicología, Lucas Scott.
Sentía admiración y envidia hacia mis mejores amigas,
porque ellas eran bellísimas, corajudas, audaces, capaces de combatir contra
las adversidades y de conquistar a los muchachos más difíciles de abordar y
domar.
Jamás se habían dado por vencidas y ambas tenían un
muchacho maravilloso que adoraba a su amada. Si pensaba en Easton y en Lucas,
me preguntaba cómo Alice y Kira habían hecho para conquistar esos corazones tan
rebeldes y oscuros como los de esos muchachos.
“Felicity, allí estas! Estamos aquí!”, me llamó Kira,
que ya me estaba esperando sentada en una mesa del local.
Con alivio de no ser la primera en llegar, fui
corriendo hacia ella y vi que también estaba Lucas.
“Hola”, los saludé.
“Ok, me voy y las dejo solas”, suspiró Lucas, después
de mirar a Kira. Esa era una velada especial para nosotras, para festejar mi cumpleaños.
“Gracias, amor. Te llamo cuando vuelvo al campus.”
“Ok”, respondió él, mirando a su alrededor con
sospecha. El local estaba lleno de muchachos y la belleza de Kira no pasaba
inobservada. “Pero si llega a haber algún problema…”
“No habrá ningún problema. Ahora ve y quédate
tranquilo”, le aseguró Kira, que todavía tenía problemas en mantener bajo
control los celos de Lucas.
“No me gusta este lugar”, murmuró él, notando que un
par de muchachos se sentían atraídos por Kira. “Esos tipos allí solo están
esperando que me vaya para saltarles encima.”
Para saltarnos encima?
Por poco me pongo a reír.
Claro que no se refería a mí, sino sólo a mi amiga.
Miré a Lucas. Siempre era tan atento y apegado a Kira.
Ella me había contado del difícil pasado de su chico, con un padre violento y
sin alguien que fuera capaz de darle un poco de amor. Había sentido ternura y
tristeza por él y podía entender su ansiedad de perder a Kira. Ella era su
mundo, su única fuente de felicidad, pero su pasado siempre le hacía ver el
lado negativo de las personas, por lo que siempre tendía a ser desconfiado y tenía
miedo de que alguien pudiera lastimar a su chica.
“Te prometo que la protegeré por ti”, me entrometí,
dirigiéndome a él.
Lucas me dio una de sus raras sonrisas y yo sentí el
corazón palpitar alocadamente.
Sí, estaba enamorada de él, pero jamás hubiera osado
siquiera acercarme. Lucas le pertenecía a Kira y yo no tenía ninguna intención
de arruinar su bellísima relación.
Finalmente Lucas se fue, pero no pude sentarme cuando
vi llegar a Alice acompañada por Easton.
“Easton, vete”, le estaba ordenando ella severa.
“Yo me voy, pero si te haces la tonta con los otros
muchachos te hago pedazos”, la amenazó él con una sonrisa falsa en los labios.
“Lo mismo para ti. Si intentas traicionarme mientras
vas a divertirte con tus amigos, te meto una tarántula en el bóxer”, respondió
ella para nada intimidada.
“Esos dos pueden tener una conversación sin
amenazarse?”, me preguntó en voz baja Kira.
“No creo”, respondí divertida. Sólo Alice podía
hacerle frente a un loco como Easton y él era el único que parecía poder estar
con ella sin dejarse apabullar por el carácter picante de su novia.
“Hola”, nos saludaron cuando llegaron a la mesa.
“Ahora te vas? Ésta es una velada sólo para chicas”,
lo echó Alice.
“Ok, me voy. No vemos luego”, se rindió Easton, pero
no antes de tomar la horquilla que sostenía el chignon de Alice.
“Maldito! Me llevó una hora hacerme ese chignon!”,
dijo Alice furiosa por la enésima maldad.
“Eso es por haberme abandonado esta noche, en lugar de
ir al cine conmigo”, le respondió contento, antes de irse.
Vi a Easton irse y saludar con la mano.
Todavía no podía creer que había apenas saludado al
terrible y famoso Easton Carson.
Durante toda la escuela había temblado cada vez que
había entrado en clase, había rogado para no terminar en su radar o víctima de
alguna de sus apuestas…
Había hecho de todo para evitarlo y siempre lo había
conseguido admirablemente… Easton acababa de saludarme!
Claro, sus ojos color hielo todavía aparecían en
algunas de mis pesadilla, pero en los últimos meses había aprendido a conocerlo
y había descubierto que no era tan estúpido como siempre había pensado.
Era un muchacho que escondía sus fragilidades bajo una
capa de bravuconería, pero Alice había conseguido acomodarlo y hacerlo crecer.
Lamentablemente no se podía decir lo mismo de sus
amigos, pero por suerte no los veía nunca.
La última vez que los había visto había sido en el
interior de una joyería, mientras Easton elegía un anillo para Alice.
Habían pasado muchos meses desde ese día y Alice,
sabiendo cuanto me incomodaban, había siempre evitado que los encontrara.
“Eres bellísima, Felicity”, llamó mi atención Kira,
mirando mi vestido y mi cabello.
“No tenían que molestarse tanto”, susurré, enrojeciendo
de golpe y bajando la mirada. Sentirme observada siempre me hacía sentir
incomoda. Había pasado tantos años siendo invisible que ahora sólo sentía
vergüenza y pena cuando alguien me observaba.
Me sequé las manos sudorosas sobre el fabuloso vestido
que me había regalado Kira el día anterior, para mi cumpleaños. Ponérmelo me
había requerido un esfuerzo increíble, porque por más que fuera maravilloso y
me quedara bien, dejaba demasiada piel descubierta y me hacía sentir expuesta a
la opinión de los demás.
Acaricié la seda negra del cuello en V y de las mangas
cortas, para luego bajar hacia la falda acampanada y floreada que me llegaba
hasta las rodillas. Era una sensación maravillosa porque me hacía sentir libre
y cómoda, pero cada vez que sentía los rollos de grasa escapar debajo de la
tela, sólo me daba ganas de ponerme una de mis adorabas sudaderas extralarge.
“Para nosotras fue un placer”, intentó tranquilizarme
Alice con una gran sonrisa, jugando con uno de mis rizos recién salidos de la
peluquería, donde mi amiga me había llevado esa mañana.
Me sentí renacer cuando acepté esa transformación,
dejando definitivamente esas mechas rosadas y fucsias, para volver a mi color castaño
natural, degradando al rubio hacia las puntas.
Para la ocasión me puse incluso unos lentes de
contacto y me había maquillado con tono cálidos, para resaltar mis ojos
marrones y mi piel color oliva.
“Ese look te queda muy bien. Siempre te deberías
vestir así. Eres un encanto”, exclamó Kira que siempre tenía una palabra amable
para todos. Con ella era imposible sentirse incómodo. Sabía decir la palabra
adecuada en el momento oportuno en cualquier ocasión.
“Pero los regalos no terminan aquí!”, exclamó Alice,
mientras Kira llamaba la atención del camarero para hacernos traer de beber y
una porción de cheesecake de frutos del bosque que habíamos elegido juntas dos
días antes, cuando decidimos festejar mi cumpleaños ese sábado por la tarde.
“Oh Dios, muchachas, se los ruego… me hacen sentir
culpable… yo para vuestro cumpleaños no hice nada de todo esto”, murmuré
incomoda.
“En realidad lo que te estamos por dar no es un
verdadero regalo, sino más bien una oferta.”
“Una oferta de qué?”, dije curiosa.
“Dentro de un par de días comienza nuestro segundo año
de estudios y quería pedirte si quisieras compartir la habitación conmigo”, me
suplicó Alice con los ojos húmedos por la emoción.
“Y Kira?”, pregunté confundida. Durante todo el primer
año, Alice y Kira habían compartido la habitación 7 del dormitorio Sherman,
mientras yo estaba en el dormitorio Maxwell, a cinco minutos de distancia, y
compartiendo la habitación con Lea, una muchacha más grande con la que apenas
había intercambiado cinco palabras durante todo el año académico.
“Yo dejo el dormitorio”, me informó Kira. “El año
pasado estaba siempre en casa de Lucas y este año convencimos a nuestros padres
de alquilar un pequeño mono ambiente aquí cerca. Lucas ya está buscando un
trabajo para poder mantenernos y contar lo menos posible con el sostén de mi
familia.”
“Por lo que yo me quedaré sola y me gustaría mucho que
tú fueras mi nueva compañera”, dijo Alice.
“Y con Easton?”
“Intentó presionar al presidente, ya que es su tío,
pero no hubo manera de convencerlo para que estemos en la misma habitación.
Dice que no puede permitirse crear un precedente, con el riesgo de que otros
estudiantes hagan la misma cosa, creando un escándalo o algún otro problema.”
“Entonces pensaste en mí.”
“Obviamente. Kira y tú son mis mejores amigas!”
“Entonces acepto”, dije emocionada. Ella no lo sabía,
pero escuchar que era su mejor amiga era el regalo más hermoso que podía
recibir.
Alice gritó de alegría y se acercó para abrazarme
fuerte.
Tuve que hacer un esfuerzo para no alejarme.
Ser tocaba siempre me ponía en crisis, pero sabía que
Alice me quería mucho y me aceptaba por lo que era.
También Kira me abrazó con cariño.
Le di un abrazo a esas pequeñas y delgadas muchachas
que finalmente podía llamar amigas.
Cuando nos sentamos en la mesa, se acercó el camarero
a traernos la torta con una vela en el centro.
“Pide un deseo y sopla la velita”, me invitaron Kira y
Alice.
Las miré. Ambas eran bellísimas.
Alice era increíble con su cabello rojo y fogoso como
su carácter, pero con un corazón de oro.
Kira era simplemente especial con sus rasgos
orientales y esa dulzura encantadora.
Yo también quería ser como ellas. Bellísima y única.
Sentía nacer dentro de mí una necesidad de cambio y
ese nuevo look era la prueba. Esperaba que con el tiempo esa evolución me habría
llevado a aceptarme y quizás a apreciarme por lo que era.
“Entonces? Qué deseas?”, me dijo Alice impaciente.
“Deseo que nuestra amistad dure para siempre”, dije.
“Tienes que desear algo que no tengas. No algo que ya
tienes, tonta”, rio Kira.
“Kira tiene razón. Piensa en algo más. No lo sé… un
novio?”, intentó Alice.
“No soy lo suficientemente hermosa como para llamar la
atención de los muchachos. Yo no soy como vosotras.”
“Entonces por qué los muchachos sentados en esa mesa
del fondo te están mirando?”, se enojó Alice, que no soportaba la idea de que
no me sintiera hermosa como ella.
“Las miran a vosotras. No a mí.”
“Tonterías!”
“Felicity”, suspiró Kira. Ella también sufría por mi
falta de autoestima.
“Me queréis mucho, pero seamos serias: no soy bella!”,
dije molesta.
“Yo nunca creí que fuera bella. Sólo Lucas me lo dice,
pero él me ama, por lo que no cuenta.”
“Entonces por qué es tan celoso y se vuelve loco si
alguien se acerca a ti?”
“Porque es estúpido”, dijo Kira encogiéndose de
hombros. “Si tuviera tu pecho, lo sabría, pero soy una tabla de surf, por lo
que hay muy poco de qué sentirse celoso.”
“Eres delgada”, le dije.
“Soy plana y sin curvas. A veces te envidio y no sé qué
daría por tener un poco de tus caderas y tus tetas.”
“Yo en cambio soy un tapón y tengo las piernas
cortas”, dijo Alice. “Quisiera tener tu altura y tus piernas.”
“Tengo los muslos gruesos y un culo enorme.”
“El sueño erótico de muchos hombres, en pocas
palabras”, respondió Alice haciéndome enrojecer como un tomate.
“Felicity, como puedes ver no eres la única que no se
siente apropiada o perfecta. Nosotras también tenemos nuestras inseguridades,
pero decidimos aceptarnos como somos”, me susurró Kira, posándome la mano en el
brazo.
“Estoy segura de que Easton y Lucas no piensan igual.”
“Un día, encontraras tú también quien te vea como eres
y te encontrará hermosa.”
“Está bien”, tomé coraje, acercándome a la vela
encendida. “Entonces deseo un novio como Easton y Lucas, uno que me ame por
quien soy. Deseo una historia de amor con A mayúscula.”
Soplé la vela, luego alcé la mirada y me encontré
delante a dos pares de ojos preocupados que me miraban.
“Qué sucede?”, me alarmé.
“Un novio como Easton y Lucas?! Pero eres tonta?”,
explotó Alice.
“De verdad te gustaría un muchacho turbio y difícil de
manejar como mi Lucas?”, murmuró Kira con cautela. “Yo pensaba en una persona más
equilibrada y gentil.”
“Todo el contrario de ese loco de Easton!”, agregó
Alice. “Espero que tu deseo no se haga realidad o estarás en serios problemas.”
“Me están asustando… este cumpleaños parece el prólogo
de un film de terror”, me preocupé.
“No, disculpa. Es solo que nos has tomado un poco
desprevenidas, porque tanto Alice como yo tenemos relaciones complicadas con
nuestros novios y ninguna de las dos pensó jamás que alguien pueda desear una
relación de pareja como las nuestras”, me explicó Kira dulcemente, mientras
Alice asentía convencida a cada palabra de nuestra amiga.
Nunca hubiera imaginado cuanto podía ser difícil estar
con Lucas o Easton, pero preferí no hacer preguntas y poner la atención en la
torta.
Rápidamente corté tres porciones y juntas disfrutamos
de ese paraíso para nuestras papilas gustativas.
“Esta torta es divina, pero estoy segura de que tú
sabes hacer mejores”, murmuró Alice, saboreando el dulce.
Sonreí avergonzada, porque todavía no estaba
acostumbrada a compartir mi amor por la cocina con nadie, pero desde que Alice
había descubierto que iba a un curso de cocina en el colegio, había comenzado a
usar a mis amigas como conejillos de india para mis experimentos culinarios,
que las dos muchachas definían siempre como una droga. Tener a alguien que comía
lo que cocinaba era un honor para mí y durante el último tiempo me había dado
energía para mejorar todavía más e intentar nuevos sabores.
“Felicity!”, esa voz inesperada y ese tono severo me
paralizaron y me hicieron pasar el hambre. Me giré, sintiéndome a un paso del
precipicio.
Cuando vi la figura esbelta y perfecta de mi hermana
Ava, me sentí morir.
Hubiera querido levantarme y echarla del local antes
de que pudiera abrir la boca, pero estaba pegada a la silla y sentía la
garganta quemar de la ira que me desataba lo que seguramente sucedería a
continuación.
“No me presentas a tus amigas?”, se impacientó antes
mi silencio.
“Ava, mi hermana. Y ellas son Kira y Alice. Van a la
universidad conmigo y…”
“Son amigas?”, se sorprendió Ava, dándome la primera puñalada.
Para ella era inconcebible que una muchacha hermosa fuera amiga de una fea. Y
si lo hacía era solo para aparentar, resaltando al lado de la amiga menos
atractiva. Noté su mirada y leí su acusación: “Sólo te están usando”.
Ava no era mala, pero tenía una mentalidad muy
particular y creía firmemente que el mundo estuviera dividido entre bellos y
feos. Dos categorías absolutamente distintas.
“Sí”, intenté decir, pero las palabras apenas salieron
de mi boca y mis mejillas comenzaron a enrojecer de la vergüenza.
“Entonces por qué no las has invitado a la fiesta de cumpleaños
de esta noche? Mamá y papá no tendrían ninguna queja. Estarían contentos de
tener algún invitado más.”
Me dirigí rápidamente a Kira y Alice. La desilusión
que vi en sus ojos me hizo enrojecer de la vergüenza, porque a ellas les había
dicho que no habría habido ninguna fiesta con mi familia.
La verdad era que esas dos muchachas eran amigas mías.
Y tenía que permanecer así, en lugar de terminar atrapadas por el encanto de mi
madre, Ava y Bethany.
No quería compartirlas con nadie y sobre todo no
quería que pudieran ver esa parte de mí que era un agujero negro, una nulidad
que no merecía ni siquiera la atención de sus propios padres.
“Pensaba que mamá sólo quería invitar a las amigas de
Sandy”, intenté justificarme.
“La fiesta para Sandy terminó hace dos horas. Tú has
preparado la torta. No te acuerdas?”
“Lo había olvidado”, mentí.
“Quizás si comieras menos comida chatarra no tendrías
esos olvidos! Deja ese tenedor o subirás más de peso. Y no te hace falta”, me
gritó con el mismo tono severo de nuestra madre. En el pasado había intentado
que dejara de hacerme esos comentarios, sobre todo delante a otras personas,
pero con el tiempo había comprendido que nunca lo hubiera conseguido porque
para ellos era un orgullo evitar que engordara más. Era mejor una humillación más,
que cargar con la culpa de verme engordar sin decir una palabra.
Yo pensaba de otra forma, pero ese era un problema mío.
“Es sólo una porción de torta, no un paquete de
mantequilla!”, se entrometió Alice, dejándome boquiabierta. Nadie osaba jamás a
contradecir a mi hermana o a mi madre, mucho menos cuando se hablaba de
calorías o de índice de masa corporal.
“Ya habrá torta esta noche… lo decía por eso”, murmuró
Ava incómoda frente a la mirada homicida de Alice, antes de girarse e irse del
lugar.
“Por qué no nos has dicho que esta noche es tu fiesta
de cumpleaños?”, me preguntó Kira con cautela, incluso si sabía que me había
quedado mal.
“Es sólo una tontería con mi familia. Festejamos mi cumpleaños
y el de mi hermana Sandy, que mañana cumple cinco años. Hoy por la tarde mi
madre organizó para ella una gran fiesta para todos sus amigos del jardín de
infantes y sus amiguitos. Esta noche, por el contrario, habrá un pequeño
festejo sólo para los amigos más cercanos.”
“Tienes otros amigos?”
“No míos. De mi familia.”
“Y tu fiesta de cumpleaños?”
“En teoría es esta noche, pero ya sé que la
protagonista será Sandy. La verdadera fiesta es esta. Con vosotras.”
“Nosotras hubiéramos organizado algo más grande, si sólo
nos hubieras dejado.”
“No, se los ruego. Odio las fiestas y detesto ser el
centro de atención!”, me asusté.
“Por qué no nos has invitado esta noche?”, me preguntó
de repente Alice que había permanecido en silencio.
“Yo… yo…”, no quiero perderlas.
No pude terminar la frase y, antes de poder detenerme,
escondí el rostro lleno de lágrimas entre las manos.
“Qué sucede?”, me preguntó preocupada Kira, corriendo
a abrazarme entre sus brazos delgados y pequeños.
“No quiero perder vuestra amistad”, pude decir entre
sollozos.
“Por qué temes que eso pase?”
“Porque conozco a mi familia y se cómo consiguen
encantar a las personas, arrastrándolas a su mundo brillante, al que yo no
tengo acceso.”
“Pero de qué estás hablando?”
“Ven esta noche a casa de mis padres y los sabrás”, me
rendí, preguntándome sino fuera mejor admitir que nuestra amistad era fuerte.
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