Caroline es la asistente personal de Jason Walsh, uno de los mejores abogados de la ciudad de Londres. Se conocen desde hace ocho años y la comprensión y la confianza recíproca son la base de su fantástica relación de trabajo… O al menos así lo era hasta la llegada de la Navidad. Este año Jason decide pasar las vacaciones, organizadas por Caroline, en un resort de lujo en Cervino junto con su última conquista, Miss Chihuahua, pero (gracias a Caroline) su relación amorosa se complica y Jason decide regalar esa estancia a su secretaria. Pero lamentablemente Miss Chihuahua no tiene ninguna intención de perderse ese viaje, por lo que obligará a Jason a partir de todas formas sin imaginarse que en el resort no estarán solos!
Capítulo 1
“Por favor, Caroline, baja la
voz. Me duele mucho la cabeza”, se quejó Jason, apoyando la cabeza sobre el
escritorio lleno de papeles y documentos.
“Sólo te estoy enumerando todo
lo que tienes que hacer hoy. En menos de media hora tienes que encontrarte con
Sandra Foster en la sala de reuniones, mientras que dentro de dos de horas te
esperan en el tribunal con la causa Bradshow contra Haton. Espero que hayas
estudiado el argumento final que te preparé el viernes, ya que dijiste que hoy querías
cerrar el caso.”
“Rayos, me duele tanto la
cabeza que no recuerdo ni siquiera dónde dejé el expediente de Bradshow.”
“Te estás durmiendo encima”,
le respondió helada su asistente decidida a no compadecerse. Luego de cinco
años, se había acostumbrado a las noches llenas de locuras y alcohol de su jefe.
De todas formas, era casi habitual verlo llegar a la oficina cada lunes con una
de sus migrañas. Incluso si ella intentaba evitar que tuviera reuniones y citas
en el tribunal a comienzos de la semana, no siempre lo conseguía.
“Me explota la cabeza…”
“Es la tercera vez que lo
dices…. Si piensas hacer lo mismo en el tribunal, tengo que avisar a Michael
Bradshow que está acabado.”
“Caroline, no tienes corazón.
Estoy sufriendo...”
“Como todos los lunes. Jason
Ezequiele Walsh, tienes treinta y cinco años y todavía nadie te ha enseñado que
existen cócteles sin alcohol para evitar las resacas?”, lo regañó Caroline, llamándolo
por su nombre completo sabiendo cuánto le molestaba.
“No me gusta ese sarcasmo en
tu voz.”
“Despídeme.”
“Ya lo hubiera hecho si
tuviera tiempo para perder en largas y aburridas entrevistas de trabajo para
encontrar una nueva asistente con tus competencias.”
“O, en realidad, es porque una
tan buena como yo no la encontraras jamás”, lo provocó ella.
Finalmente Jason levantó el
rostro del escritorio para dirigirle una de sus miradas pícaras y fascinantes
con las que sabía que había enamorado a decenas de mujeres.
“Tienes razón”, admitió con
una amplia sonrisa. En realidad Jason jamás hubiera podido deshacerse de
Caroline. Ella era la única que podía entenderlo sólo con una mirada y en quien
tenía una completa y total confianza. No por nada, cuando había dejado el
estudio jurídico Bronson & Bronson, donde había conocido a Caroline que
trabajaba como secretaria para él y para otro socio, le había pedido solamente
a ella que lo acompañara a Sailman & Baker, uno de los estudios de abogados
más famosos de la ciudad, para continuar trabajando juntos.
De todas formas ya habían
pasado cinco años desde ese momento y ya sea Jason como Caroline no se habían
arrepentido ni siquiera una vez de esa elección. Ahora vivían una especie de
simbiosis y cada uno conocía todo del otro. Sin embargo, entre ellos nunca había
habido nada muy personal o íntimo más allá de alguna pelea entre confidentes y
no se habían encontrado nunca fuera del horario de trabajo que, de todas formas,
llegaba incluso a ser de más de diez horas por día.
“Yo siempre tengo razón”, se apuró
a aclarar la mujer que adoraba pretender demostraciones de superioridad.
“Entonces, te aconsejaría tomarte un buen café negro y darle una hojeada al
expediente Foster antes de la reunión.”
“Me lo traerás, verdad?”, le
suplicó con una cara adorable.
“Obviamente no, ya lo sabes.”
“Soy tu jefe y…”, intentó
parecer amenazante sabiendo que, de todas formas, no hubiera servido de nada.
“Tengo que mostrarte de nuevo
mi contrato de trabajo que tú mismo me hiciste firmar? Entre mis tareas no
figura que debo prepararte el café.”
“Lo sé, ya me lo dijiste miles
de veces, pero creía que esta vez podías hacer una excepción a la regla. Si
pudieras ser tan amable de traerme también un vaso de agua con una aspirina, te
estaría debiendo la vida”, le suplicó dulcemente, seguro de que podía hacerla
ceder… como siempre.
“Voy a buscar la aspirina”, se
rindió Caroline saliendo de la oficina. “Pero sólo porque quiero que quedes
bien delante de Baker, ya que Sandra Foster es su cuñada.”
Recordar que en esa reunión
también participaría uno de los fundadores del estudio jurídico, hizo que a
Jason se le pasara la migraña en un instante.
Rápidamente abrió los
documentos relativos a la cliente que quería hacer una denuncia contra su ex
socia que le había robado a todos los clientes de la compañía cuando había
creado la suya, difundiendo difamaciones y calumnias sobre la señora Foster,
que siempre había basado su éxito en su integridad moral.
Apenas notó la presencia de su
asistente mientras apoyaba sobre el escritorio un vaso de agua con la aspirina…
y el café.
“Gracias, Caroline.”
“Con esto son ciento sesenta y
cuatro.”
“Ciento sesenta y cuatro qué?”
“Favores que me debes”, le
dijo ella, recordándole sus súplicas.
“Tiemblo al pensar cuando me
los quieras cobrar... de todas formas estoy en tus manos usurarias”, rio Jason
divertido por como ella siempre conseguía mantener todo bajo control.
Caroline le devolvió una
sonrisa diabólica antes de salir de la habitación.
***
La reunión fue más larga de lo
habitual, pero Caroline ya había preparado toda la documentación para la causa
en el tribunal y también había hecho dos copias del discurso final que Jason
habría dado frente al juez, de manera de ponerle una de las copias en el
bolsillo del abrigo y tenerla a mano mientras el conductor lo llevaba al
palacio de justicia.
También le dio toda la
correspondencia que había llegado y por último le envió todos los emails
privados, siempre numerosos, que recibía en su correo de la oficina, en una
carpeta externa, sabiendo cuánto irritaba a su jefe esas mezclas.
De todas formas, desde hacía
ya tres años había comprendido qué cosas podía eliminar y cuáles tenía que
conservar. Jason aceptaba con alivio esa intrusión en su vida privada ya que
odiaba los emails de corazones rotos o regresos de viejas cenizas, mientras
Caroline se enfrentaba con esa tarea con una mezcla de curiosidad y de
frustración ya que le recordaban constantemente lo que nunca hubiera podido
tener.
Sin embargo, esa mañana entre
los emails encontró también dos reservaciones para el período navideño en uno
de los mejores resorts de Italia, en una de las localidades de esquí más
importantes, Cervino.
Caroline tuvo que morderse la
lengua para no protestar dolorosamente por la sola idea de cuánto había
fantaseado cuando Jason le había pedido que encontrara los cinco lugares más
hermosos de Europa, para pasar las vacaciones de Navidad. Había pasado toda la
semana anterior navegando entre Trivago, Lastminute así como en Edreams,
buscando las localidades más románticas, fascinantes y renombradas para las
fiestas.
Finalmente había elegido París,
Florencia, Núremberg, Praga y Cervino.
Durante la búsqueda había soñado
pasear por los Campos Elíseos y saborear un vin
brûlé comprado en los mercadillos navideños de París, en lugar del usual
paseo por Trafalgar Square bajo el árbol y los fuegos artificiales.
Se había imaginado caminando
en la Plaza Santa Croce de Florencia en medio del mercadillo, los museos y los
eventos, como la Cabalgata de los Magos, hasta llegar al Ponte Vecchio durante
el Festival de las Luces bajo un cielo estrellado y coloreado por las imágenes
proyectadas que saltan de un edificio a otro.
Había soñado recorrer uno de
los más famosos y antiguos mercadillos de Navidad de Europa, en Núremberg,
saboreando las festividades en un entorno relajado pero al mismo tiempo
emocionante y alegre.
Se había ilusionado imaginándose
rodeada por una atmósfera antigua, gótica y todavía apegada a las tradiciones
como la de Praga con sus calles iluminadas por las luces y perfumadas por las
castañas asadas, chocolate, dulces típicos y frutas secas tostadas, comiendo
uno de los famosos Rollos dulces de Praga todavía calientes, escuchando un coro
de góspel.
Y finalmente había elegido
unas vacaciones más simples y menos caóticas en Cervino, en un relajante y
lujoso resort, sumergido en la naturaleza y cercano a una de las pistas de
esquí más hermosas y panorámicas de Italia, donde se llevaba una especial
procesión de antorchas para festejar el final de año.
Todavía perdida en sus dulces
fantasías, Caroline imprimió las reservas con una media sonrisa debida al hecho
que hubiera apostado que Jason hubiera elegido esa localidad ya que odiaba las
aglomeraciones durante las fiestas y por más que amara París, no hubiera
arriesgado ir con una mujer por miedo de dar un
mensaje equivocado debido a la atmosfera romántica que se creaba en la
que es conocida como la “ciudad del amor”.
Apenas había terminado su
tarea cuando escuchó que la llamaban.
“Caroline, te necesito”, le
advirtió tenso y furioso Jason pasando delante de su escritorio para entrar a
la oficina antes de que alguien pudiera verlo.
Preocupada, Caroline lo siguió
de inmediato y apenas cerró la puerta y dirigió la mirada a su jefe, se puso a reír.
“Te explotó la máquina de
café?”, bromeó, notando la camisa blanca de Jason completamente sucia y
manchada.
“Ese muchachito idiota…”
“Quién?”
“El hijo de Foster! Ha tomado
el café de la madre mientras estaba saliendo, y tropezándose con sus propios
pies se me cayó encima. No era suficiente con estar atrasado para la audiencia,
ahora tengo que encontrar ropa limpia en tiempo record!”, dijo furioso,
desvistiéndose con rapidez, sin darse cuenta del rubor en las mejillas de su
asistente.
Por suerte, antes de que Jason
pudiera notar la leve conmoción que se cernía sobre su rostro, Caroline se
recuperó rápidamente y regresó con indiferencia a su puesto, donde siempre
guardaba un traje de repuesto para casos como ese.
Cuando volvió con él, lo
encontró hablando por su teléfono móvil, con la copia del discurso en una mano
y con la otra se llevaba a la boca un café que ya estaba frío que había quedado
sobre el escritorio antes de la reunión.
Le bastó una señal de su jefe
para hacerle saber que tenía que ayudarlo a ponerse la camisa mientras
terminaba una conversación con un cliente.
Con una mirada impasible,
fruto de años de control muscular facial, Caroline se acercó y sin dejarse
llevar por el aroma de su piel mezclado con su usual perfume y el olor del café,
le limpió el pecho con una servilleta y le puso un brazo dentro de la manga de
la camisa almidonada.
“Me veo bien?”, le preguntó
Jason apenas terminó la llamada, mientras Caroline intentaba abrocharle la
camisa.
“Aceptable”, murmuró la
secretaria, intentando controlar la respiración y el latido cardíaco.
“Las mujeres me encuentran
fascinante, sabes? Ninguna ha usado el término “aceptable” conmigo.”
“Quizás porque ninguna mujer
se dio cuenta que tu bronceado se debe a las lámparas solares que tomas cada
semana. Si lo supieran, perderías diez puntos de encanto por exceso de
narcisismo.”
“Trabajo casi sesenta horas a
la semana. Cómo quieres que encuentre tiempo para tomar sol?”
“Eso no me lo tienes que decir
a mí. Yo me limito a reservar los turnos en el centro de estética.”
“Las otras mujeres no me
entenderían.”
“Si al menos eligieras una con
un coeficiente intelectual superior al de un pavo en el horno.”
“Eres demasiado severa. Siempre tienes algo
que decir sobre las mujeres con las que salgo. Si no te conociera bien,
pensaría que estás celosa.”
“Celosa por un hombre que no
sabe distinguir una mujer de una oca? No lo creo.”
“Te odio cuando eres así.”
“Tienes tres minutos para
salir de aquí y correr al tribunal”, le recordó Caroline que comenzaba a sentir
el peso de esa conversación.
“Demonios!”, protestó Jason,
poniéndose rápidamente la chaqueta y el abrigo.
“Ah, lo olvidaba…. Enviaron la
reserva para el resort.”
“Oh, me había olvidado. De
todas formas ya no me sirve… para la vigilia tengo la reunión con los de la
Marshall Company. Cancela el viaje, por favor”, alcanzó a decirle, antes de
ingresar en el ascensor y correr a la audiencia.
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